SIEMPRE VIVIRAS EN MI

Cómputo el tiempo, en meses, semanas, días, horas
mi principal dedicación minuto tras minuto en cada una de mis jornadas
desde que despunta el alba, segundo tras segundo es repetitiva, cansina dolorosa, extenuante,
alba tras alba empapo y emborracho mi alma, mi existencia de una desesperación insufrible

¿Como se hace? ¿Como lo hace el resto de los mortales?
¿quizá?, me preguntaba, ¿carezco de alguna capacidad?
¿mi Alma es más Alma?, ¿mi sentir más sentido y mi dolor duele más?.

Tan difícil  soportar, encauzar en espacio y tiempo esta  ardua tarea
que en otros se me antoja más flexible, menos espinosa,
será, ¿que son almas  menos sensibles, quizá más reflexivas?

No, no es nada de todo eso, estoy convencida, encuentro otros transitando en las orillas
de esta intrincada y tortuosa senda sin fin, lo evidencia, su patente  inexpresión.
La cara, dicen, es el espejo del Alma y el Alma de los transeúntes de esta
contra natura senda está muerta.

Todas  cada una de las actividades que rigen mi apesadumbrada existencia, que por otro lado
se limitan a torturarme con un adictivo e infranqueable sentimiento de culpa, llevan añadida
una losa de  peso indescriptible.

Tras el suceso, un halo de incredulidad, tristeza y pensamientos recurrentes se apoderó de mí,
nada tenía sentido nada importaba, pasados dos años sigue siendo igual, nada a cambiado,

Pero hoy, mi pequeña, mi niña, hoy el alba despuntó, le mire a los ojos, me dijeron
que hablara contigo pequeña mía.

 Alba hija mía, entraña de mis entrañas  querida amada y deseada
tu cuarto sigue siendo el mismo con tu camita y tus juguetes, tu ropita en tu armario
que alba tras alba miro, toco, huelo, y me aferro a una esperanza, una esperanza inútil e inviable,
la esperanza que alguno de esos despuntes del alba, sentiré  tu risa tu llanto, te tomaré en brazos
besare tu carita  reiremos juntas, y volveré a escuchar esa vocecita tu vocecita con un
mami te quiero.

Porque mi niña aunque ese acto anti natura, incomprensible te arranco la vida,
SIEMPRE VIVIRÁS EN MI

































Tres meses, noventa días,
intentando cruzar al otro lado